Hace una semana me invitaron a un famtrip.
"¿Y eso qué es?" le pregunté a Myriam, la directora de la Revista Nueva Novia en la que colaboro periódicamente. Le expresé mi duda cuando me preguntó si podía viajar a Querétaro.
Me explicó que los famtrip son invitaciones de hoteles para vivir la experiencia de sus servicios y luego escribir sobre ello. (Mi trabajo ideal: viajar y escribir).
Organicé mis actividades de tal forma que me permitió ir a San Juan del Río Querétaro, donde el Fiesta Americana Hacienda Galindo me hospedaría tres días y dos noches
Fueron días muy intensos.
Excursión en la Peña de Bernal.
Viví muchas cosas, pero entre ellas comparto varias "primeras veces".
Conocí el sonido que hacen los pavorreales
Yo no sabía que los pavorreales emitían sonidos.
En el hotel viven 15 de estas aves que transitan libres por sus instalaciones. Mientras hacíamos un recorrido guiado, un sonido peculiar y escandaloso llamó mi atención. Era un macho llamando a la hembra, lo hacía con un gesto curioso porque abría todo el pico. Luego vi cómo volaban de un árbol a otro presumiendo un plumaje espectacular. Aunque en mi estancia ahí me los topé en la alberca, el bar y cerca del lobby, era inevitable admirar su belleza.
Fui a un temazcal y sudé como nunca
Sólo había escuchado que eran lugares donde te encerraban, hacía mucho calor y a veces te daban peyote. El hotel tiene su propia "cuevita", en la que una familia de chamanes dirigió la ceremonia.
Resultado: un ritual de mucho respeto donde cada uno pidió algo a la madre tierra, luego gritamos deseando ¡fuerza! para vivir cada día y dejar atrás lo que nos impide avanzar y finalmente compartimos un agradecimiento.
Todo esto mientras unas piedras ardientes llamadas "abuelitas" eran bañadas de infusión de hierbas que nos envolvieron en vapor durante toda la ceremonia. Sudé como nunca antes en mi vida y aunque al principio estaba un poco nerviosa, la experiencia resultó ser muy relajante y desintoxicante.
Para cerrar el momento y recibir todos los beneficios del temazcal me sumergí por un par de minutos en agua helada, luego en agua a 40 grados y finalmente en agua templada donde bebí té mientras platicaba con las compañeras que también vivieron la experiencia.
Temazcal, los chamanes preparando el lugar.
Después del temazcal, directo aquí.
La entrada al spa por la noche.
Probé la ginebra
Sí, a mis 32 años nunca la había tomado. El mixólogo del hotel preparaba cocteles a base de esta bebida acompañada con especias y frutas al gusto. El menú iba desde pimienta, higos, cardamomo, hierbas, flores y cítricos. No había comido, así que tardé más en decidirme por los ingredientes de mi bebida, que el efecto que hizo en mi cuerpo. Me gustó la mezcla.
Fogata y ginebra.
El autor de la bebida protagonista de esa noche.
Comí puré de camote
En la cena del último día. Simplemente un manjar de los dioses.
Monté a caballo
Salimos a andar en bicicleta. Inesperadamente el guía nos invitó a montar a caballo. Me tocó hacerlo en el "Calcetines" un macho de 18 años que se me quiso poner al brinco pero que terminó en un desenlace tranquilo hasta que ya en tierra, su cuidador me dijo que era el caballo más nervioso del hotel. No sabía si agradecerle o reclamarle.
Montando al "Calcentines".
Practicando el arte de jalar la rienda.
Como parte del viaje también visitamos la Peña de Bernal, exploramos las profundidades de la Cava Freixenet en Ezequiel Montes, caté vino blanco, tinto y espumoso que acompañamos con carnes frías, quesos, fresas y uvas; escuché leyendas del hotel, visitamos un sitio mágico donde artesanos queretanos tejen lana, degustamos bocadillos gourmet, conocí personas nuevas, disfruté de una cama deliciosa y escuché un silencio caprichoso por las noches como un neutralizador del agetreo del día.
Este viaje tuvo esa particularidad: conocer, aprender, reconocer y abrirse a lo desconocido; este último punto que usualmente se me dificulta.
Concluí que estos días fueron un regalo. Lo viví desde otro sitio personalmente hablando, con otra perspectiva y desde otras circunstancias.
Recuerdo que como parte del ritual del temazcal, el chamán mencionó que muchas veces dejamos de agradecer lo que tenemos y nos quejamos. Sus palabras me hicieron eco. Me atrapó cuando agradeció a la madre tierra la oportunidad de reír, cantar, ver y escuchar; hechos tan aparentemente sencillos que damos por sentados.
Ahí confirmé que pude vivir ese momento y estas experiencias gracias a una cadena de acontecimientos recientes que me había estaba costando trabajo agradecer. Me gusta pensar en que siempre hay un para qué: veces es fácil descubrirlo, otras ni si quiera vale la pena intentar entenderlo.
Este viaje también me recordó lo valioso y desafiante que es simplemente vivir, sin caer en la tentación de encontrarle una explicación a todo.
Ya de regreso me siento cansada por el relámpago de la actividad, pero algo reflexiva y emocionada, pensando en las sorpresas de la vida y sus regalos a veces tan invisibles y otros tantos que, como este, se te plantan para despertar.
Nada es casualidad y hoy agradezco por ello.
FIN
*Próximamente el reportaje del viaje en Revista Nueva Novia.
Mimí!! Me encanta que te haya llegado ese trabajo... me parece que es tan bueno para ti y para todos nosotros tus lectores. Espero que puedas hacer muchos más famtrip!! Me encanta que vas contando con ese toque de espiritualidad y profundidad que te caracteriza. Espero que también agradezcas por eso!... yo voy a aplicarlo: Agradecer más y más los dones recibidos del Señor. Te mando un abrazo enorme! :)
ResponderBorrar¡Bernardo, qué gusto! Y qué padres palabras, me dejas pensando. Un abrazote de regreso.
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