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Pavimentos morados

Además de la primavera, las jacarandas me recuerdan mi infancia.

Para esta temporada, las calles de León Moderno, la colonia donde viví muchos años de mi vida, las cubría una alfombra morada de flores, que me hacía sentir feliz, pues además de que era la única fecha en que se veía así, ese color siempre ha sido mi favorito.


(El morado me gustaba tanto, que, cuando iba a los tacos con mis papás, pedía refresco del Zubba solo por ser de ese tono. Me gustaba ver mi lengua manchada de violeta).

Hoy me topé con una de las legendarias jacarandas en el Parque México. Calculo que medía unos cinco metros de alto. 

 Foto: La jacaranda de hoy en el Parque México

La sombra que daba era suficiente para mitigar el calor cada vez más agobiante de esta ciudad.

Trajo a mi mente los tiempos en los que junto con mi hermana Miriam, tomábamos las florecitas del suelo, les soplábamos para que se inflaran como si fueran un globo y luego las tronábamos en la mano. Me daba risa el sonidito.

Con el paso del tiempo, las jacarandas de la colonia han ido desapareciendo. Algunas las talaron porque a alguien le molestó que sus raíces levantaran las banquetas, o porque “estorbaban” las fachadas de los nuevos comercios.

Foto: vista del bulevar en León Moderno, donde han desaparecido gradualmente las jacarandas.

Una de ellas es una sobreviviente de un conflicto social de hace un par de años. Querían cortarla porque construirían una plaza comercial muy cerca del árbol. Los vecinos se organizaron y amarraron de ella hasta impedir el asesinato. Luego colocaron una placa frente al árbol que da fe de ese logro. No es para menos, no recuerdo otro acto de unión de esa magnitud, de los vecinos de León Moderno.

Cuando vi hoy ese enorme tronco aventando florecitas sobre la tierra volcánica, me volvió a poner de buen humor.

Me pregunto a quién puede molestarle de tal manera un árbol como éste, que te recuerda cada año que la vida, como las jacarandas, es ciclo: algún día brota algo bello, a veces parece que te secas y te quedas sin nada, pero con algo de fe y confianza, la naturaleza y el tiempo te demuestran una y otra vez que tarde o temprano volverás a florecer.

FIN

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