“Ya no corras
tanto”, me dijo mi amigo Marco, un par de días después de haber corrido el
Medio Maratón en Guadalajara.
Su mensaje me
arrebató una sonrisa, porque sin demeritar el logro y que se lea a falsa modestia, no me parece mucha
distancia. Tengo amigos, conocidos y familiares deportistas que han completado maratones,
triatlones y ni qué decir de Lorena Ramírez, la rarámuri de 23 años que gana
competencias de 100 kilómetros corriendo con huaraches y vestido que ella misma
confecciona.
“Es mi válvula
de escape”, le contesté refiriéndome a que es una forma de liberar el estrés.
Él me replicó “¿de
quién escapas?”
Corredores con huaraches el día del Medio Maratón Atlas Colomos, septiembre 2018
La pregunta de Marco me hizo pensar. Hace 12 años aproximadamente,
empecé a correr. Ver a mi papá practicar religiosamente este deporte y al mismo
tiempo mi preocupación (todavía vigente) por bajar de peso, me impulsó a
activarme.
Pero haciendo
cuentas, tengo 4 años que lo hago de manera constante, con más disciplina y de
vez en cuando inscribiéndome en carreras: primero de 5 kilómetros, luego de 10
y hace apenas hace 3 años terminé mi primer medio maratón, mi distancia favorita hasta
ahora.
Contestar la pregunta de Marco hizo darme cuenta de que las motivaciones por las que empecé a correr se
han modificado.
Todavía
conservo la intención de mantenerme en un peso más o menos saludable y
prevenir enfermedades; pero con el paso del tiempo, he descubierto que este hobbie ha rebasado el tema físico. Se ha
convertido en un método para pensar más y mejor, un canal para que circulen emociones y
sentimientos, además de una fuente natural de felicidad (científicamente
comprobado).
A finales de
2015, creí que nunca podría volver a hacerlo. No me lesioné físicamente, pero
sí mental y espiritualmente. Un psiquiatra me diagnosticó crisis de pánico
(tema del que algún día dedicaré un buen tiempo para escribir). El origen tenía que ver con reprimir emociones. Esto me
desequilibró al grado de tener miedos irracionales como andar en espacios abiertos y a que mi ritmo
cardiaco se elevara, así que en ese tiempo salir a correr era impensable. Durante unos meses dejé de hacerlo mientras recibía
tratamiento profesional.
Medio Maratón León, septiembre 2015.
A 3 años de esa
experiencia, paradójicamente, descubrí que retomar este deporte fue una de las
mejores terapias para las enfermedades del alma.
“La mente, como el cuerpo,
también se enferma y hay que atenderla”, recuerdo que me dijo mi hermana Miriam
después de un episodio de ansiedad en el que muchas preguntas y prejuicios
invadían mi cabeza.
Pero no quiero
hablar esta vez del pánico, sino de lo que el acto tan simple y a la vez tan
exigente de correr, trajo a mi vida después de varios años. En lo personal, la práctica de este
deporte ha ido madurando y no me refiero a que ahora corra más distancia, sino porque
las razones que me empujan a seguirlo haciendo son distintas a las que tenía hace más de una década.
Con Oscar´s team en el Medio Maratón "Reto de Altura" Toluca, 2015.
Considero que hasta hace pocos años descubrí que correr me ha ayudado a cambiar la visión de los acontecimientos. Además de que
admiro la capacidad física del cuerpo: del corazón para adaptarse a lo que le exiges, del poder de las piernas para impulsarte, del equilibrio que representan los brazos, de la fuerza de la espalda y la cadera para sostenerse... correr es el momento propicio para admirar la conexión que existe con la mente y el alma.
Y es que algo que
disfruto mucho es que correr me “obliga” a pensar. Cuando menos lo espero ya me
despreocupé de lo que me agobiaba, me reí de lo que me avergonzaba y mandé muy
lejos lo que me hacía daño.
Correr es la ocasión para desamarrar los nudos internos: no es que desaparezcan por arte de magia la
tristeza, la ansiedad o aquellas sensaciones desagradables que muchas veces
andamos evitando a toda costa. En lo personal, más bien me permite seguir sintiéndolas pero con una dosis de confianza. Es como
decirme “tranquila, tarde o temprano va a pasar”, o un “me estoy ahogando en un
vaso de agua, no es para tanto” o un "bueno, haz drama pero verás que no lo amerita", o un “calma, vas a estar bien”. Correr es darme
permiso de sentir lo que quiera pero con fe de que me repondré.
También el running despierta mi imaginación: me fluyen ideas para escribir, mientras lo hago he preparado exposiciones,
o estructurado lo que voy a decir en una entrevista de trabajo.
En el Medio Maratón BJX, mayo 2017.
Y ya ni hablo de
la sensación de cruzar las metas. Los entrenamientos me forzan a salir de mi
zona cómoda, sensación que es directamente proporcional al gozo que trae cumplir el objetivo por el que me preparé y la invasión de endorfinas por todo mi ser (me encanta
decir esta frase). Por algo correr es un deporte adictivo.
La respuesta a
la pregunta de Marco es: correr no me hace escapar, al contrario, me confronta,
me hace pensar lo que no me gusta pensar, a dejar sentir lo que no quiero
sentir.
No huyo. Pongo distancia temporal a ciertas cosas, personas o
situaciones. Es mi espacio para canalizar, repensar, buscar soluciones, ponerme a prueba, reconocerme, disfrutar, compartir, mover cuerpo y mente, también para
recordarme que esto no es generación espontánea: la salud, la fuerza y el acto
per se de correr, son un precioso regalo de Dios.
Hoy corroboré
que corro para darle
la cara a lo que por mucho tiempo le di la espalda.
No corro para escapar, corro para encontrarme.
FIN
10 kilómetros en la Carrera de los Barrios, febrero 2015
10 kilómetros en Corre por el Planeta
Con equipo de lujo después de Corre por el Planeta.
Otra con Oscar´s team en el Medio Maratón Atlas Colomos 2015
Con mi hermana Sara después del Medio Maratón BJX
Después de una rutina dominical
Después de 5km Por el Voto en Salamanca, junio 2018 (no gané primer lugar, pero así me sentía)
Atlas Colomos, Guadalajara 2018.
Atlas Colomos, Guadalajara 2018.
Atlas Colomos, Guadalajara 2018.
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