Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de marzo, 2018

Lo bueno de lo malo

Facebook me recordó hoy que un mal momento siempre (y cuando digo siempre es SIEMPRE), es pasajero. En mi página de inicio aparecieron unas imágenes que me tomé hace un año en Zacatecas. En esa ocasión, tenía unos días de haberme quedado sin trabajo por primera vez desde que incursioné en el mundo laboral. Así que decidí pueblear aprovechando el tiempo libre. Aunque por un lado agradecía que el desempleo le había regresado mucha salud mental a mi vida, en mí predominaba la incertidumbre. Tenía muchas dudas e inquietudes del rumbo que tomaría a partir de ese momento. Recuerdo que visité la mina El Edén, la más famosa del pueblo, y a pesar de salir enamorada del sitio y orgullosa por vencer mi claustrofobia, la energía no me alcanzó para quedarme en el bar que había ahí adentro. No traía ganas y me faltaba motivación. Al día siguiente desperté en el hotel antes que mi alarma y salí a correr por las calles del centro sin rumbo (qué simbólico). Terminé mi sesi...

Pavimentos morados

Además de la primavera, las jacarandas me recuerdan mi infancia. Para esta temporada, las calles de León Moderno, la colonia donde viví muchos años de mi vida, las cubría una alfombra morada de flores, que me hacía sentir feliz, pues además de que era la única fecha en que se veía así, ese color siempre ha sido mi favorito. (El morado me gustaba tanto, que, cuando iba a los tacos con mis papás, pedía refresco del Zubba solo por ser de ese tono. Me gustaba ver mi lengua manchada de violeta). Hoy me topé con una de las legendarias jacarandas en el Parque México. Calculo que medía unos cinco metros de alto.    Foto: La jacaranda de hoy en el Parque México La sombra que daba era suficiente para mitigar el calor cada vez más agobiante de esta ciudad. Trajo a mi mente los tiempos en los que junto con mi hermana Miriam, tomábamos las florecitas del suelo, les soplábamos para que se inflaran como si fueran un globo y luego las tronábamos en la mano. Me dab...

Caballo viejo

En cinco minutos, supe que Israel era un monumento a la cumbia. Yo nunca había   bailado con alguien como él. Bastaron dos canciones para darme cuenta que ese hombre delgado, moreno, narizón y sudado era el mejor bailarín con el que me he topado en mi vida. Estaba en La Dama de las Camelias, un bar peculiar de Guanajuato, al que me gusta ir no sólo porque ahí la gente va a bailar, sino también porque es un sitio donde encuentras personas de todo y para gustos versátiles. Era el lugar idóneo de la noche, pues a uno de mis amigos le acababan de romper el corazón, así que liberar un poco de endorfinas sacudiendo el cuerpo no podía ser peor que el despecho. Entramos con cerveza “de cortesía” en mano, después de pagar 30 pesos en la entrada. Escaneamos el sitio. No había mesas ni sillas disponibles, así que nos dispusimos a bailar. “En este lugar bailas con gente con la que nunca saldrías a la calle”,  le dije a mi amigo, el del corazón hecho trizas, y com...